lunes, 9 de marzo de 2009

El concepto de Historia y Angustia, en Soren Kierkegaard.

Para Kierkegaard antes de que se conociera la historia como tal, existe un momento a-histórico que el denomina “la nada”, esta “nada no significa que sea una nada de algo, sino que solamente es “nada”, y esa nada me hace vivir como si estuviera en el presente.

En este sentido esa “nada”, me abre a “lo histórico”, por medio del pecado. Sin embargo no debemos entender el pecado de la forma como se entiende comúnmente (como algo malo), sino como aquello por lo cual damos un salto desde un estado a-histórico, como podrían estar los demás animales, hacia lo histórico, pero es desde mi existencia y en mi existencia que se da el salto, soy responsable de mi ser, esta responsabilidad consiste en ajustarse a la racionalidad. Desde este punto de vista la conciencia representa un papel fundamental para que se dé este salto hacia lo histórico, puesto que es mediante ella que nos hacemos concientes y hacemos el salto; los demás animales( no racionales), como no son concientes de su estado de “pecado”, no pueden tener historia, y tampoco pueden recordarlos acontecimientos pasados.

Siguiendo el razonamiento de Kierkegaard, en torno a la historia, tenemos que este salto, esta historia es habitar. Por lo tanto la historia es un punto común a todos los seres humanos, y por de pronto, es algo que no se puede obviar en nuestro ser. Es el instante absoluto del cual no podemos escapar, hay una fuerza que nos impele a ella. La historia es como he decidido y he vivido en este instante absoluto. Es cuando el mundo aparece como acontecimiento, el mundo es nuestra historia misma, es el estado actual de mi existencia, es el acto mismo de lo que me está sucediendo.

El concepto de angustia, en Kierkegaard, sin duda que viene dado por este salto que se produce hacia la historia, al recuerdo. La angustia es el estado de ánimo más radical, y del cual no se tiene algún objeto posible, entonces se produce bajo la forma de la desesperación. Desde un punto de vista ético, el sujeto desaparece y, por consiguiente aparece el otro como presencia. Pero ¿Cómo es posible reconocer al otro?. Mediante la apertura al otro. La angustia me hace saltar del plano estético al plano ético, la angustia es la que me pone en el pecado. Mi propia existencia es la angustia.
La encarnación es, en ella misma, una paradoja. En parte, porque significa la aparición de lo infinito en el tiempo que ninguna mente humana puede terminar de comprender, y por otra parte, porque Dios, libre de culpa, debe ser absolutamente diferente del hombre, y el destino del hombre yace en la falsedad, desde que vive en el pecado. Y una vez que nos encontramos ya ante esta paradoja surge, necesariamente, un nuevo elemento, la fe. Kierkegaard desarrolló un concepto demasiado extremista de la fe: la fe en Dios es una obediencia que exige dejar a un lado todos los conceptos humanos.
El hombre se encuentra entre dos polos: la nada (el pecado) y lo absoluto (Dios). El hombre debe elegir entre la nada y lo absoluto. El hombre decide su ser, su vida, desde la libertad y ahí yace la angustia del Hombre
El ser del hombre oscila entre la nada de la cual viene, la nada y el pecado que lo empuja hacia abajo, que lo conduce a la desesperación (por apartarlo de su fin) y la opción por lo absoluto, que es Dios; generando así una tensión dialéctica. En cada instante de su vida, el hombre convive con esta oposición de optar por Dios, o por el pecado. La angustia es el resultado de esa tensión, de tener que elegir. El hombre debe elegir entre la nada y lo absoluto, entre el plano estético y el plano ético, entre este momento a-histórico, y el momento histórico. La angustia deviene del tener que elegir entre lo absoluto y la nada.

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