martes, 30 de junio de 2009

Bonny Portmore, Loreena Mckennitt

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viernes, 5 de junio de 2009

Extractos de la Tesis

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En el mundo actual percibimos una constante discriminación hacia las mujeres, tanto en lo laboral, como en lo intelectual y sentimental; se huele en el aire, y se encuentra en lo más profundo del ser humano y de la sociedad. Y ese mismo olor rancio lo intuyó Simone de Beauvoir, al hacer su libro “El Segundo Sexo”. Y a más de cincuenta años de escrito este libro, aún siguen vigentes las mismas preguntas que lo motivaron; aún sigue vigente el mismo viejo problema de la mujer convertida en objeto.

A lo largo de nuestra tesis hemos pretendido explicar este problema, ir a las causas de porque la mujer es considerada como lo otro, y de esta manera intentar explicar que la mujer, hasta el día de hoy, siga siendo considerada como un ser dependiente e inferior. Nos quedan más preguntas que respuestas; el mundo ha evolucionado en tratos y aceptación, pero los dramas que vive la mujer son los mismos de antaño. Simone, en su libro, plantea que cuando la mujer salga al mundo del trabajo, e intente inmiscuirse en el “mundo público” del hombre, ella logrará su tan anhelado reconocimiento como sujeto cabal. Siguiendo este mismo razonamiento muchas de las primeras feministas ahogaban su femineidad, para someterse al competitivo mundo de los hombres; si bien, esta situación, ha otorgado un mayor reconocimiento por parte de los hombres; sentimos que a lo que se le otorga reconocimiento es a la “mujer masculinizada”. Nosotras como herederas de este razonamiento vemos las consecuencias de él, y creemos que ciertos tipos de mujeres han sido reconocidas, pero no todas.

En la teoría de género se menciona que el hecho de ser mujer u hombre, sexualmente hablando, no quita que podamos tener pretensiones masculinas o femeninas. De hecho se habla concretamente, que por una inclusión cultural, tenemos dentro de nosotros maneras tanto masculinas, como femeninas. Somos un cuerpo que es hombre o es mujer; pero también tenemos dentro de nosotros actitudes que pueden llegar a ser masculinas o femeninas. Por ejemplo, aunque no se lo quiera admitir, los hombres también son seres emotivos igual que las mujeres, y pueden llorar de emoción, alegría, pena; como al mismo tiempo pueden ser responsables y serios. Las mujeres, por otro lado, podemos estudiar una carrera, como Filosofía, sin ser incompetentes o poco reflexivas, y al mismo tiempo llegar a ser madres fabulosas.

El problema radica, a nuestro entender, en que la sociedad tiende a separar la masculinidad de la feminidad; puesto que le ponen valores de bueno o malo, de tonto e inteligente. Y Simone, según nuestra humilde opinión, pecó un tanto de esto; de alguna u otra forma, en sus escritos, se deja entrever un cierto desprecio, tal vez inconsciente, por las cualidades femeninas. Creemos que la verdadera liberación de la mujer se producirá, cuando la sociedad, en su conjunto, cambie de forma de pensar con respecto a “lo femenino”; cuando deje de juzgar las cualidades masculinas y femeninas, y realmente se consideren como validas y pertenecientes, no a un sexo determinado, si no a los “seres humanos” como un conjunto. (...)

(...)A través de la historia, se han insertado en la cultura ciertos ideales de hombre y mujer; en lo que podríamos llamar roles de género. Según estos roles de género, la mujer tiene ciertas características que la distinguen del hombre. La mujer tiene que ser dulce, emotiva, astuta, preocupada por lo concreto, inexperta en pensar cuestiones universales, intuitiva, irreflexiva y superficial; el hombre, por el contrario, es racional, activo, emprendedor, dominante, competitivo y agresivo.

Visto así la mujer siempre va a pertenecer a la esfera de lo privado; y el hombre, por su parte, va a ser el más indicado para pertenecer a la esfera de lo público. Si nos detenemos un tanto en este punto, encontramos que ciertas cualidades en el ideal de lo masculino y femenino influyen, en gran medida, en cierta idea de que las mujeres son un tanto inferiores a los hombres; de hecho esta idea de inferioridad femenina se ha extendido a lo largo de toda la historia de la sociedad occidental. También en filosofía, encontramos muchos autores que literalmente piensan que la mujer es un ser inferior al hombre en atributos filosóficos. Un claro ejemplo de ésta situación, es lo que pensaba Kant al respecto de las mujeres, en lo concerniente a las cualidades sublimes y las cualidades bellas.
[1]

La mujer, según cánones culturales, no sólo es la parte de la pareja que debe permanecer en casa, si no que es la sumisa y la que aguanta; la irreflexiva y la irracional; también es inferior, tanto por un designio divino, como por un designio cultural y social. El hombre, por otro lado, el ser perteneciente a la casta superior, tiene el derecho y el deber de llevar a “su” esposa; puesto que él es la parte racional, el es que ordena y él es el responsable. Estas valoraciones, aparte de llevar una gran carga emocional en las personas reales de carne y hueso
[2], permiten y avalan ciertas conductas de corte violento, que afectan la dinámica de la pareja. Ahora, si bien, estas conductas de tipo violento, no se dan en todas las parejas que existen; si se dan en muchas de ellas, llegando a cifras espeluznantes, que muestran una realidad silenciada y ocultada bajo el velo de la incredulidad y la ignorancia.

La violencia establecida en la sociedad patriarcal da, sin lugar a dudas, el pie para que exista la violencia intrafamiliar. En primer lugar se encuentra el rol que ocupa la mujer dentro de la sociedad, ella tiene que ser sumisa y afectiva, dispuesta a esperar, dispuesta a aceptar; por otra parte se la insta a que se considere el sexo débil, dependiente. En segundo lugar, se encuentra el rol que ocupa el hombre, un ser protector, agresivo; y considerado “superior” a la mujer. La combinación de ambos factores da como resultado una posible tendencia a la violencia dentro del núcleo familiar y, en conjunto con ella, la invisibilidad de la misma. El hombre tiende a pensar que la mujer es de su propiedad, y cuando la mujer no hace algo de su agrado o bien lo deja por otro hombre, se siente en todo el derecho de ejercer violencia tanto física, como verbal o psicológica. La mujer, sumisa, por otro lado, no hace nada para denunciarlo, es más muchas veces siente que es su culpa. Es una relación de poder en la cual, como la mujer ha sido vista como lo otro, es la parte más débil; y por lo tanto, aquella que es dominada total y absolutamente(...) Hay que considerar que esta realidad pertenece al íntimo mundo de la familia; la violencia intrafamiliar es una violencia que subyace en lo más íntimo de nuestro mundo. Es un hecho que duerme con la pareja, que asalta sus mentes. Corroe la sociedad desde dentro; y como un enemigo invisible, rompe todo aquello que puede llegar a ser auténtico y hermoso. (...)

(...)Antes de ser un cuerpo sexuado, hombre o mujer, somos personas de carne y hueso. Somos personas que convivimos con nuestras propias formas de ser, con nuestros defectos y virtudes. Antes de ser un ideal de lo que debemos ser, somos nosotros. Para superar el problema de reconocimiento de la mujer, debemos aprender a vernos como seres completos, y no obviar una parte de nosotros y dejarla al olvido, si no la humanidad estará por siempre rota, partida por la mitad, sumidos en aquello que la sociedad nos quiere imponer. Cuando todos aprendamos que la mejor decisión que podemos tomar para con nuestras vidas, es aceptarnos tal cual somos, el resto vendrá por sí solo. La violencia es sólo el efecto visible de un problema mucho más amplio y serio; que es el dejarse estar como persona y no asumirse, como una masculinidad y una feminidad, en una persona compleja.

Es cierto que nada podemos hacer con respecto al proceso de socialización del cual hemos sido parte; pero como ya lo dijo Simone, no existen destinos petrificados; podemos romper con esta forma de relacionarnos, de pensarnos, de contemplarnos como sociedad. Nuestros hijos, al menos, van a ser diferentes.


[1] Kant piensa que las cualidades sublimes, pertenecientes a los hombres, son aquellas que van a posibilitar la auténtica virtud moral. En cambio las cualidades bellas, pertenecientes a las mujeres, sólo pueden alumbrar virtudes adoptadas.
[2] Como podremos ver más adelante esto también genera una tensión entre hombres y mujeres, puesto que cuando hablamos de personas reales ellos no son lo que su tipo ideal (o rol), les impone ser; si no que hombres y mujeres son capaces de asumir aptitudes que se creen que son tanto femeninas o masculinas.

(Katia Sánchez Bouffanais, Javiera González Pezoa)

jueves, 4 de junio de 2009

Loreena McKennitt - Caravanserai

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This glancing life is like a morning star
A setting sun, or rolling waves at sea
A gentle breeze or lightning in a storm
A dancing dream of all eternity

The sand was shimmering in the morning light
And dancing off the dunes so far away
The night held music so sweet, so long
And there we lay until the break of day

We woke that morning at the onward call
Our camels bridled up, our howdahs full
The sun was rising in the eastern sky
Just as we set out to the desert's cry

Calling, yearning, pulling, home to you

The tents grew smaller as we rode away
On earth that tells of many passing days
The months of peace and all the years of war
The lives of love and all the lives of fears

Calling, yearning, pulling, home to you

We crossed the river beds all etched in stone
And up the mighty mountains ever known
Beyond the valleys in the searing heat
Until we reached the caravanserai

Calling, yearning, pulling, home to you
Calling, yearning, pulling, home to you

What is this life that pulls me far away
What is that home where we cannot reside
What is that quest that pulls me onward
My heart is full when you are by my side

Calling, yearning, pulling, home to you